4ta entrevista: Carlos y Rosa Perez
Buenos Aires, octubre de 2009.
Estimada Kumi:
Habiendo regresado de Austria, Dinamarca, Alemania, Londres e Italia, y partiendo rumbo a Canadá, cumplo con lo prometido y envío la respuesta a tu propuesta.
No soy muy afecto a escribir, me agrada más conversar sobre estos temas. El coloquio es más de mi agrado pero dada las distancias que nos separan y por respeto y reconocimiento a ti y los lectores de “El cuartito de los milongueros” allí va:
Carlos Pérez:
Comencé a bailar en el año 1952. Aprendí practicando entre muchachos, que eran mayores que yo entre 10 y 15 años, grandes milongueros de la época. Luego, se bailaba en las decenas de clubes de barrio que existían en aquél Buenos Aires, donde la música de tango reinaba y casi todo el pueblo la elegía.
Rosa comenzó años después, en su casa, practicando con sus hermanos mayores quienes eran los mismos que luego la acompañaban a bailar algún sábado.
Dejamos de bailar por el año 1964, cuando nos casamos, en ese entonces no era bien visto dedicarse al tango como modo de vida y decidimos poner toda nuestra energía en formar una familia.
Para esa época había pocos lugares donde bailarlo, habían quedado muy pocos espacios y eran frecuentados por personas de edad muy avanzada.
Los jóvenes bailaban mucho el jazz, el boggie americano y estudiaban zapateo americano. Luego llegó al país el boggie italiano, que no tuvo gran éxito, pero fue el precursor del rock and roll que apasionó a nuestra juventud.
Volvimos a bailar tango profesionalmente (porque socialmente, en fiestas familiares siempre lo seguíamos haciendo) recién en 1994.
Fue por casualidad. Cierto día fui a saludar a quien me enseñó los primeros pasos en el tango: José Vázquez “Lampazo”, un gran bailarín y maestro. Nos teníamos gran afecto porque habíamos sido vecinos durante mi niñez y juventud, y fue mi primer maestro. El encuentro se produjo en el club “Sin Rumbo” y fue muy cálido como siempre había sido mi relación con el maestro y amigo.
Posteriormente y estimulados por él, comenzamos a ir a las clases para distraernos pero al poco tiempo José tuvo problemas de salud y nos pidió que lo reemplazáramos en las clases. Allí comenzó nuestro reencuentro con el tango danza.
Pasados unos años sufrimos la pérdida de ese gran bailarín y amigo como fue José “Lampazo” y nosotros nos hacemos cargo de las clases que ya él venía dando en el Club “Sunderland” en Villa Urquiza, por pedido de la Comisión Directiva del Club.
Así comenzó nuestra dedicación a la enseñanza del baile de tango. Casi por casualidad. Tuvimos la suerte de mantener las raíces del tango tradicional ya que durante 30 años no habíamos bailado ni nos habíamos contaminado en las milongas de estos tiempos. Todos nuestros movimientos respondían a la década del 50 y eso deslumbró a los más jóvenes y a los no tanto, que comenzaron a pedirnos clases con gran entusiasmo.
¿Cuántos años bailamos juntos con Rosa?…toda la vida, ya que desde muy jóvenes estamos juntos compartiendo la vida y el tango.
Como anécdotas…Vivimos el tango en la época del 50 con la pasión y la alegría de aquella época y de nuestros años juveniles.
Ninguno de aquellos “milongueros” de entonces, salvo alguna excepción, pensó jamás en tener un rédito económico del tango; con esto quiero decir que en aquella época con el tango no viajaba casi nadie. Se bailaba por amor a la música y como medio de conquista.
Bailar para nosotros era una forma de contactarse con una chica, conquistarla. Por eso nos empeñábamos en bailar cada vez mejor y en el esmero de nuestra presencia.
La primera vez que viajamos por el tango fue a Paris. Dimos clases durante dos meses.
Posteriormente se vino una avalancha de viajes y presentaciones en espectáculos: teatro Challiot de Paris, Parco de la Música en Roma, Teatro Colón en Buenos Aire, teatros en Tokio, para nombrarles algunos de los lugares más reconocidos. También filmamos alguna participación en películas e historias en televisión.
Según me han contado personas mayores que yo, el tango tuvo su mayor auge en las décadas del 40 y 50.
En el año 1940, fue creado el giro por Petróleo y el Negro Mansini, dos grandes milongueros de la época. Previamente, era época del “canyengue”.
Con el tiempo ese mismo tango se fue bailando más delicado y elegante. Se ponía mucho empeño en la elegancia del tango de salón.
Se bailaba en casas de familia (sin cortes y quebradas, muy respetuoso), en clubes de barrio, generalmente los días sábados o domingos. Allí iban las chicas del barrio, siempre acompañadas por una mamá o un hermano mayor, porque solas no era bien visto.
Obviamente existía otro tipo de salones: lugares donde asistían hombres y mujeres de la noche; muchos que no trabajaban.
La música que se escuchaba en mi época, en los 50, era mucha de la que hoy se escucha pero con orquestas en vivo: Di Sarli, D·Arienzo, Pugliese, Canaro, Troilo, Caló y tantos otros.
Los barrios clásicos donde concurríamos a bailar eran: Saavedra, Urquiza, Villa Pueyrredón, Villa Devoto, Villa Real, Paternal, Villa Mitre y otros en los alrededores de la capital, donde también se bailaba parecido y muy bien. Al sur de la Capital Federal se bailaba de un modo más brusco, al que yo llamaría con mucho respeto: tango orillero.
Algunos lugares y bailarines que recuerdo de los que bailaban en “los 50” (pido disculpas si me olvido de alguien, pues ya soy un hombre maduro y hay cosas que se escapan) eran el Salón Agusteo”, “El Palermo” en Oro y Santa Fe, “La Argentina”, “Alumni” de Urquiza al igual que “Sin Rumbo”, “Viento Norte”, “Estudiantes de Villa
Devoto, “Morán”, “Glorias Argentinas”, "Floresta Junior”, “La Emiliana”, “Mitre”, “Sunderland”, “Pinocho”, “17 de octubre”. “California”, “Penacho Azul”, “Juventud de Belgrano”, “Excursionistas”, “Chacarita Juniors”, “Villa Sahores” y muchísimos más.
De los milongueros debo nombrar a José Vázquez (Lampazo), Osvaldo Mosi (El Nene), Mingo Canónigo, Gerardo Portalea, Eduardo Pareja, Maita, Gallego Villarrazo, Frasquito, Petróleo, el Jorobado Víctor, Negro Luis, Tomás Luis, Luis Lemos (Milonguita) Juan Carlos Copes, Rogelio (el tío) y muchísimos más de los que no recuerdo el nombre pero eran tan buenos tangueros como los mejores.
En los años 50 el tango era una de las alternativas que tenían los jóvenes para su esparcimiento, el modo de contactarse con las chicas, cosa que en aquella época no era nada fácil.
El tango se bailaba con mucho sentimiento. Las letras de sus canciones eran vivencias por las que nosotros pasábamos: el farolito, las calles empedradas, el amor por la madre, por la novia, un Buenos Aires perdido en el tiempo.
Se respetaban mucho los códigos dentro del ambiente. Todos cuidábamos la circulación en pista, aunque no fueran grandes milongueros. Además, como la mayoría escuchaba la música con el mismo criterio, aunque la pista estuviese llena se podía disfrutar. Era raro el choque entre parejas (esto era muy mal visto).
El momento más bajo de nuestro tango ocurrió durante la década del 60, en esos momentos casi no había lugar donde bailar, la gran mayoría había cerrado.
El tango actual, yo creo que ha evolucionado muchísimo, porque sumado a las formas populares de bailarlo se agregaron movimientos de otras danzas (por ejemplo contemporáneo, clásico y otros). Algunos los veo muy lindos y otros considero que desvirtúan su esencia. Claro que hay que comprender que las cosas cambian y la gente joven siempre quiere y necesita crear algo nuevo. Eso está bien.
Según algunos historiadores el tango tiene su origen en la música negra, de donde proviene el candombe que después se hace “el milongón”, “La milonga” el tango orillero, el canyengue, el tango salón y por último el tango fantasía de los 50 que, según creo, es el principio del actual tango escenario.
Para nosotros, el tango significa algo muy especial, siempre lo fue y en esta etapa de nuestras vidas nos permite movernos al compás de su música, abrazarnos y volver el tiempo atrás disfrutando de sus compases.
Nos permite conocer gente de diferentes regiones del mundo, trasmitir nuestro tango tradicional a los jóvenes de todas las latitudes y además viajar por el mundo donde nos brindan todo el afecto y respeto que hemos sembrado durante tantos años. Nos mantiene activos, alegres.
Hemos vivido momentos de intensa felicidad cuando vimos a nuestros alumnos triunfar en distintos concursos mundiales y además verlos crecer como bailarines y personas, viajando por el mundo llevando nuestra música popular con “algo” de nosotros.
Esto es muy hermoso.
Si me preguntaran que se necesita para ser un buen bailarín de tango diría que tienen que empezar por conocer las raíces de esta danza porque de otra forma son buenos bailarines pero no de tango, sino de una danza que se hace con música de tango.
Para lograr ser un buen bailarín de tango, se necesita enamorarse de esta música, mucha constancia, dedicación y estar bien guiado por alguien que conozca lo que es el tango.
Además hay que tener en cuenta un viejo dicho popular entre los argentinos: “Lo que natura no da Salamanca no presta”, es decir, algunos tienen ese don especial que se necesita para sobresalir y algunos nunca lo tendrán, como para cada cosa en esta vida.
Carlos y Rosa Pérez